2 de septiembre de 2009

Que no se te ocurra empezar a escribir un policial como el de Hitchcock


si con antelación no conoces al asesino y no has visto el arma ensangrentada. Josefina, esbelta mujer de cascos rubios, de sonrisa permanente, niña todavía si se la mira con detención, era fineza aplicada a los secretos de la carne. Como el destino de esta prosa. Pero cuidado, Aureliana, no se te ocurra escribir un cuento policial si no has atravesado todavía el umbral o el túnel o tu cuerpo. Respeta las direcciones, las referencias mal cambiadas, los conceptos y las pistas. Josefina, esbelta y liviana mujer de cascos rubios, tendida con las gafas puestas frente a una cámara filmadora se masturbaba con un clarinete y trataba de contagiarme.


El asesino huyó vomitando a la gente.


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